jueves, 10 de abril de 2014

Tribulaciones de una cubana en tierras araucanas

Episodio I: Comienza la aventura
Los cubanos siempre nos hemos caracterizado por tener una fuerte conciencia de nuestra insularidad. Imaginen entonces la sorpresa que me llevé cuando me informaron que iba a viajar a Venezuela en una misión de colaboración. Mi primera reacción fue quedarme como pez, abriendo y cerrando la boca.
Una vez tomada la decisión afirmativa, cual aventura de Indiana Jones, apareció la primera
contienda: el chequeo médico. La suerte es que en Cuba los servicios de salud son gratuitos. Me pincharon innumerables veces, vacunas, exámenes de sangre, y, horror de horrores, mi primera prueba citológica.
El momento más emocionante de esta etapa de mi viaje fue tener el pasaporte en mis manos, con todo el misticismo y las leyendas urbanas que tenemos los cubanos alrededor de ese documento oficial.
La parte triste, la conciencia de la separación inminente de la familia, los amigos, los amores.

Episodio II: En el aeropuerto
Nunca antes había viajado en avión y la perspectiva me parecía aterradora, teniendo en cuenta mi inveterado miedo a las alturas. Eso me llevó a un estado de negación total: yo no iba a montar un avión y volar a un país extranjero, yo me estaba preparando para tomar el bus de la ruta Habana-Santiago de Cuba. La partida estaba prevista para un sábado a la hora que mataron a Lola (para los lectores no cubanos, léase 3:00 pm) La única seguridad me la brindaba el grupo de colegas profesores de mi universidad que me acompañaba, todos con probado kilometraje como viajeros aéreos.
En el aeropuerto, a la hora del check in, me pareció estar en una película: la cinta transportadora con las maletas, la operadora dando información intraducible por los altoparlantes y el chequeo en la aduana.
Aquí viene la anécdota: cuando estaba en el control aduanal de metales, al pasar yo, aquel aparató comenzó a sonar. Con lo nerviosa que yo estaba, se me ocurrió pensar la posibilidad de que todo se fastidiaría. Pero el susto no fue más allá de un truco de mi imaginación sobreexcitada porque lo que había sonado era el cierre metálico de mis tacones.
Una vez terminados los trámites, a esperar dos horas el momento de abordar el avión.
(Continuará)

2 comentarios:

  1. Te ví en el avión. Un Airbus A-340 cuatrimotor. Estabas nerviosita. Te pasaste todo el viaje arrodillada en tu asiento, conversando con la persona de atrás.

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  2. ...y buen viaje, recuerdos insuperables...

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