Para comenzar los preparativos, el primer paso, que ustedes, queridos lectores, ya conocen: la búsqueda arqueológica de los ingredientes.
Esta vez, a diferencia de mi anterior "arroz amarillo pollito", no tuve que buscar mucho, tenía a mano un amplio surtido: laurel, orégano, comino, curry, salsa de tomate, pimientos, sal, ajo, cebollas...Demasiados a mi juicio.
Decidí hacer el pavo lo más criollo posible, sin salsa de tomate, ni curry ni pimientos. Los pasos a seguir fueron:
Paso 2: Maceré el ajo y la cebolla con un poco de sal y vertí la mezcla en la olla.
Paso 3: Añadí trocitos de laurel, además de orégano y comino al gusto (soy fan número 1 a cocinar con comino y orégano)
Paso 4: Le eché unas cucharadas de aceite y vino de cocina para que no se me pegara la carne (cubanismo que significa "no quemarse")
Paso 5: Estimados lectores, ustedes me conocen, saben que en mis incursiones culinarias no puede faltar la nota jocosa. En este punto de la preparación del pavo mi muso cocinero decidió hacer de las suyas. Él estaba convencido que a la receta le faltaba algo. Siguiendo mi instinto, me dirigí al refrigerador y allí, en una esquinita, estaba un pote que tenía todas las señas de ser el ingrediente sorpresa. "¡Mami! (mi grito de cocinera guerrera) ¡le voy a echar un pedacito de canela al guanajo! (no sé por qué en Cuba le decimos guanajo al pavo)
No le eché mucha canela, solo un pedacito, pero el sabor resultante fue espectacular, aún mejor recalentado en el almuerzo del día siguiente.
Sobre las propiedades afrodisíacas de la receta, bueno, les debo la información. Resulta que es demasiado incómodo preguntarle a tus padres por su vida sexual.