Episodio VII: Resulta que tengo alma llanera
Alma Llanera
Letra: Bolívar Coronado
Música: Pedro Elías Gutiérrez
Yo (yo) (yo)
Yo nací en esta ribera del Arauca vibrador
Soy hermano de la espuma
De las garzas de las rosas
Soy hermano de la espuma
De las garzas de las rosas
Y del sol (del sol) y del sol.
Me arrulló la viva diana de la brisa en el palmar
Y por eso tengo el alma
Como el alma primorosa
Y por eso tengo el alma
Como el alma primorosa
De cristal de cristal.
Cuando investigaba sobre Venezuela, antes de viajar, veía
imágenes de llanuras interminables y personas cabalgando detrás de rebaños de
reses. Ya había leído esa excelente novela de Rómulo Gallegos, Doña Bárbara, y me sentía intrigada
por esa tierra donde “Un sol cegante de
mediodía llanero centellea en las aguas amarillas del Arauca y sobre los
árboles que pueblan sus márgenes. Por entre las ventanas, que, a espacios,
rompen la continuidad de la vegetación, divísanse, a la derecha, las calcetas
del cajón del Apure –pequeñas sabanas rodeadas de chaparrales y palmares–, y a
la izquierda, los bancos del vasto cajón del Arauca –praderas tendidas hasta el
horizonte–, sobre la verdura de cuyos pastos apenas negrea una que otra mancha
errante de ganado”
Yo visité una de esas hermosas fincas de ganado, donde se
busca el equilibrio con la naturaleza con una producción socialmente
responsable. Ahora, queridos lectores, les cuento mi experiencia. No se rían.
Conociendo mi deseo de montar a caballo, uno de los trabajadores de la finca me
busca una yegua mansa, dado que yo no sé cómo maniobrar esos animales. Después
de llevar mis 60 kg de peso a lomos de la yegua y dar par de pasos, el animal
se negó a caminar. De nada valían los recursos cariñosos y persuasivos, los
estímulos más fuertes. Ni atrás ni adelante, como se dice por ahí, se le trabó
el cloche.
Estuve casi quince minutos tratando que el noble cuadrúpedo
diera un paso. En eso viene a mi rescate el trabajador que me ensilló la yegua.
Él trató también, pero fue infructuoso. Al rato me pregunta si yo era lo
suficientemente habilidosa para dominar el caballo que él montaba, un animal de
mayor alzada y brío.
En vistas de que tenía que terminar el recorrido por la
finca, me decidí porque de los cobardes no se ha escrito nada. ¿Y qué creen?
Resulta que, al parecer, en una de mis vidas fui experimentada jinete. Lo que necesitaba era
un caballo, como dicen los llaneros, mañoso. Lo disfruté muchísimo, el galope,
el viento despeinándome, la sensación de poder que te da dominar 400 kg de
animal semisalvaje.
En un punto del recorrido, intencionalmente me rezagué y
llevando mi rostro al sol, entoné la melodía del clásico “Alma Llanera”,
simplemente por el placer de hacer lo que se sentía correcto para el momento.
Ya lo decía Gallegos: “¡Llanura venezolana! ¡Propicia para el esfuerzo como lo
fuera para la hazaña, tierra de horizontes abiertos donde una raza buena ama,
sufre y espera!...”
Estribillo:
Amo, río, canto, sueño
Con claveles de pasión
Con claveles de pasión.
Para aunar las rubias crines
Para aunar las rubias crines
Del potro que monto yo.
Yo nací en esta ribera
Del Arauca vibrador
Soy hermano de la espuma
De las garzas de las rosas y del sol.
Música
Estribillo:
(Del sol, del sol.)
(yo nací en esta ribera del Arauca vibrador.)